miércoles, 15 de diciembre de 2010

No es país para viejas

 
 En estos tiempos en que se habla de la necesidad de ser solidarios con los más desfavorecidos, de vez en cuando uno escucha historias que le repugnan. Me repugnan porque constantemente nos venden esa historia (realmente necesaria) de ayudar a quién más lo necesita. El problema reside en ese día que uno se decide a hacer caso a esas voces que piden ayuda y acaba apaleado.

Simón me parece un buen tipo. No lo conozco mucho, pero es de esa clase de personas que en cuanto hablas con ellas te das cuenta de qué pasta están hechas. Tenía una taller de reparaciones de televisores y vídeos junto a mi casa. Le perdí la pista hace unos años, cuando la tienda cerró.

El sábado por la noche tomé un taxi para volver a casa y la cara del taxista me sonaba. Me pareció el de la tienda de televisores, pero no le dije nada. Cuando le dí la dirección me preguntó si todavía seguía viviendo allí. Cerró el negocio hace tres años y ahora se dedica al taxi. Y dirán ustedes; ¿qué es lo que le repugna al Yuyu de esta historia?. Pues bien, os cuento.

Simón es de este tio de personas que está dispuesto a ayudar al personal. Hace no mucho, recogió a una señora impedida, que tenía serias dificultades para caminar. Cuando terminó el servicio, le dio pena de la señora y se ofreció a acompañarla a casa. Resultado: deja el coche aparcado unos minutos en zona de carga y descarga y la Policía Local le casca 200 euros de regalo por la buena acción.

Evidentemente los policías cumplen su trabajo, pero lo que me resulta indignante es que absolutamente nadie en el Ayuntamiento de Cádiz se haya preocupado por quitarle la multa. Os aseguro que bastan unos minutos hablando con una persona para saber si te está dando coba o te dice la verdad. 200 euros es la recaudación de un taxista de 4 o 5 días de curro.

Así que no se extraen si la próxima vez que cojan un taxi y usted está impedido, si el taxista se limita a dejarlo en la acera y búsquese usted la vida. Las administraciones públicas están pidiendo a gritos que se vayan al carajo las buenas acciones.

Así nos va. Que asco de país, aunque yo todavía no sea viejo. A ver si este humilde escrito sirve para quitar la vergonzosa multa a una persona que solo se ha limitado ha ayudado a alguien que lo necesitaba.

Sería de justicia.

desde Traslabarrera

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