jueves, 28 de octubre de 2010

¡Los cines X están vacíos!

En la SGAE, que se conoce que se aburren (cuando han acabado de chupar dinero de peluquerías, bares y geriátricos y no les queda ningún bebé crudo para llevarse a la boca necesitan algo para hacer), se han dado cuenta de algo que nadie se podía llegar a imaginar: las salas X pierden espectadores. Que es como venir a decir que dos más dos son cuatro o que el remake de Pesadilla en Elm Street lo escribió un mandril analfabeto lobotomizado que pasaba por una mala fase; o sea, una obviedad.

¡Pues claro que las salas X pierden espectadores! Puestos a hacerse todo lo que sería un autohomenaje (lo decimos así para ser finos y no utilizar la fea expresión “cascarse un pajote”), ¿qué es mejor? ¿Estar tan ricamente en tu hogar escogiendo tú mismo las películas que quieres en un sitio gratis llamado Internet? (Vale, también existe el porno de pago, pero eso es como la cerveza sin alcohol: no logramos entenderlo). ¿O bien compartir tu intimidad y tu chorra al aire con unos señores a los que no conoces pero que parecen haber tomado clases de zambomba y que en cualquier momento van a metamorfosearse en géisers de gel Sanex? ¡Y encima pagando y sin poder saltarse las escenas con diálogos!

Cierto es que hay gente para todo y que las pelis ganan en pantalla grande, pero la idea de un montón de señores en la penumbra musculando unos brazos que ríete tú de los de Rafa Nadal era tan esperpéntica que su desaparición se antojaba lógica. ¡Por una vez, la tecnología nos ayuda a recuperar la cordura! Sin embargo, la propia tecnología puede devolvernos a ese lugar. El cine en tres dimensiones, en el que la industria del porno ya se ha fijado, nos promete el grumoso retorno de los señores anónimos dándose placer en las butacas. Igual que antes, pero con un par de gafas oscuras puestas. Vamos, que eso va a parecer una convención de solteros de la ONCE jugando a la galleta.

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