¿ DÓNDE SE GASTAN NUESTROS DINEROS DE LA MÚSICA ?
La llegada de la compleja maquinaria que albergará el teatro hará avanzar unas obras que han superado ya la mitad de la ejecución · El arquitecto Santiago Fajardo ha ideado "un discurso espartano" para el proyecto
El edificio que la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) construye en la Isla de la Cartuja estará terminado en el último trimestre de 2011, aseguró ayer el creador del proyecto, Santiago Fajardo, que ha visitado esta semana Sevilla para ofrecer una conferencia sobre este complejo que entre sus salas albergará un auditorio de unas 2.000 butacas, con un aforo ampliable a 2.500 espectadores gracias a su avanzada tecnología.
Las obras del inmueble que la SGAE plantea como "uno de los centros culturales multidisciplinares más completos del sur de Europa, un punto de referencia para las artes escénicas", han superado ya el 50% de la ejecución, pero, como adelanta Fajardo, el interior de la sede "estará totalmente cambiado en un par de meses". Precisamente en estos días ha empezado a llegar, procedente de Canadá, un "curioso" mecanismo que permite jugar con los graderíos y que supone "una revolución", un proceso robotizado que propone un amplio abanico de posibilidades para distribuir las butacas y jugar con el espacio destinado al escenario. Será, después del auditorio que abrirá Fibes, el teatro con mayor capacidad de la ciudad, cuya complejidad facilitará la presencia de espectáculos de grandes dimensiones.
Junto al dinamismo que registra este escenario central, decenas de operarios trabajan en el resto de las instalaciones: otra sala "con vocación de polivalencia" que Fajardo imagina albergando "cine, conciertos de pequeño formato, música de cámara o como un aula magna"; un espacio para ensayos, estudios de grabación y un área administrativa que acogería junto a las oficinas un restaurante. Todas las piezas de un conjunto que la SGAE ha bautizado como Arteria Cartuja y que nace con la pretensión de ser un punto de conexión con la cultura en Iberoamérica.
Fajardo, que se ha especializado en espacios escénicos y entre sus últimos trabajos ha rehabilitado el Teatro Campos Elíseos de Bilbao y la Sala Berlanga de Madrid, se documentó para este nuevo reto "recorriendo el mundo y visitando auditorios de otros países". No quería "hablar del tema con arquitectos" que le brindarían "una mirada sesgada", sino acudir a los teatros y preguntar a "actores, directores de escena, directores de orquesta o técnicos qué es lo que fallaba, a la hora de cargar o descargar los decorados, que es un tema complejo, o a la hora de realizar otras tareas".
El proyecto definitivo que se presentó por primera vez en 2007 apenas ha variado. Sólo un único detalle se ha visto alterado: en un principio, la fachada iba a tener el cromatismo de los contenedores portuarios, una estructura que, al modo de los rótulos de las empresas de transporte de mercancías, llevaría el nombre de diferentes creadores. "Nos dimos cuenta de que aquello podía suponer un problema, y los herederos podían llegar preguntando por qué su familiar estaba en un punto de la fachada y no en otro más destacado", observa el arquitecto. Se decidió simplificar ese diseño inicial y optar por una gama de grises, una chapa ondulada que "proporciona diferentes lecturas dependiendo de la luz del día".
El diseño por el que apuesta Fajardo es "de una expresión opaca, introspectiva, en línea con el propio destino al que se va a dedicar el edificio, porque un espacio escénico requiere cierto hermetismo". En el frontal de la sede destaca un gran ventanal que parece abrirse "a la ciudad, a la que mira, y a la luz de la mañana. Es la orientación más benevolente de Sevilla, hemos tenido en cuenta las rigurosas condiciones ambientales de aquí".
El dicurso de la propuesta, subraya el arquitecto, "es espartano porque el encargo es para la iniciativa privada". A pesar de la espectacularidad de los equipamientos, "estamos trabajando criterios de eficacia en el gasto y en el resultado. No hay sitio para las posturas esteticistas ni para fuegos de artificio", mantiene un profesional que prefiere una obra "de una lectura clara, inmediata, que es de agradecer en estos tiempos de fuegos cruzados en los que cada propuesta es más disparatada". Una de las consignas que defiende Fajardo es que "los arquitectos no somos escultores. Evidentemente, no podemos ser ajenos a lo estético, pero nuestra servidumbre es que hemos de someternos a lo funcional. Pero ahí radica la grandeza de la arquitectura", concluye, "que en nuestras obras se vive".
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